[alianza-solidaria - schoenstatt.org] Mensaje de Francisco para Cuaresma

maria fischer mkf at schoenstatt.org
Tue Feb 4 14:25:28 CET 2014




*A difundir, usar, vivir... en alianza solidaria con Francisco*


*MENSAJE DEL PAPA PARA LA CUARESMA DE 2014: UNA INVITACIÓN A LA POBREZA 
EVANGÉLICA EN NUESTRA EPOCA*

Ciudad del Vaticano, 4 febrero 2014 (VIS).-"Se hizo pobre para 
enriquecernos con su pobreza" es el título del Mensaje del Santo Padre 
para la Cuaresma de 2014. El título es una cita de la Segunda Carta de 
San Pablo a los Corintios en la que el apóstol los alienta a mostrar su 
generosidad ayudando a los hermanos de Jerusalén que están atravesando 
dificultades. En el documento, fechado el 26 de diciembre, festividad de 
San Esteban Protomártir, el Papa se interroga sobre el significado de la 
invitación a la pobreza evangélica de San Pablo en nuestros días. 
Ofrecemos a continuación el texto completo del Mensaje

"Queridos hermanos y hermanas:

Con ocasión de la Cuaresma os propongo algunas reflexiones, a fin de que 
os sirvan para el camino personal y comunitario de conversión. Comienzo 
recordando las palabras de san Pablo:"Pues conocéis la gracia de nuestro 
Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, se hizo pobre por vosotros para 
enriqueceros con su pobreza" . El Apóstol se dirige a los cristianos de 
Corinto para alentarlos a ser generosos y ayudar a los fieles de 
Jerusalén que pasan necesidad. ¿Qué nos dicen, a los cristianos de hoy, 
estas palabras de san Pablo? ¿Qué nos dice hoy, a nosotros, la 
invitación a la pobreza, a una vida pobre en sentido evangélico?

La gracia de Cristo

Ante todo, nos dicen cuál es el estilo de Dios. Dios no se revela 
mediante el poder y la riqueza del mundo, sino mediante la debilidad y 
la pobreza:"Siendo rico, se hizo pobre por vosotros...". Cristo, el Hijo 
eterno de Dios, igual al Padre en poder y gloria, se hizo pobre; 
descendió en medio de nosotros, se acercó a cada uno de nosotros; se 
desnudó, se "vació", para ser en todo semejante a nosotros ). ¡Qué gran 
misterio la encarnación de Dios! La razón de todo esto es el amor 
divino, un amor que es gracia, generosidad, deseo de proximidad, y que 
no duda en darse y sacrificarse por las criaturas a las que ama. La 
caridad, el amor es compartir en todo la suerte del amado. El amor nos 
hace semejantes, crea igualdad, derriba los muros y las distancias. Y 
Dios hizo esto con nosotros. Jesús, en efecto,"trabajó con manos de 
hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, 
amó con corazón de hombre. Nacido de la Virgen María, se hizo 
verdaderamente uno de nosotros, en todo semejante a nosotros excepto en 
el pecado"

La finalidad de Jesús al hacerse pobre no es la pobreza en sí misma, 
sino ---dice san Pablo---"...para enriqueceros con su pobreza". No se 
trata de un juego de palabras ni de una expresión para causar sensación. 
Al contrario, es una síntesis de la lógica de Dios, la lógica del amor, 
la lógica de la Encarnación y la Cruz. Dios no hizo caer sobre nosotros 
la salvación desde lo alto, como la limosna de quien da parte de lo que 
para él es superfluo con aparente piedad filantrópica. ¡El amor de 
Cristo no es esto! Cuando Jesús entra en las aguas del Jordán y se hace 
bautizar por Juan el Bautista, no lo hace porque necesita penitencia, 
conversión; lo hace para estar en medio de la gente, necesitada de 
perdón, entre nosotros, pecadores, y cargar con el peso de nuestros 
pecados. Este es el camino que ha elegido para consolarnos, salvarnos, 
liberarnos de nuestra miseria. Nos sorprende que el Apóstol diga que 
fuimos liberados no por medio de la riqueza de Cristo, sino por medio de 
su pobreza. Y, sin embargo, san Pablo conoce bien la"riqueza insondable 
de Cristo","heredero de todo" .

¿Qué es, pues, esta pobreza con la que Jesús nos libera y nos enriquece? 
Es precisamente su modo de amarnos, de estar cerca de nosotros, como el 
buen samaritano que se acerca a ese hombre que todos habían abandonado 
medio muerto al borde del camino Lo que nos da verdadera libertad, 
verdadera salvación y verdadera felicidad es su amor lleno de compasión, 
de ternura, que quiere compartir con nosotros. La pobreza de Cristo que 
nos enriquece consiste en el hecho que se hizo carne, cargó con nuestras 
debilidades y nuestros pecados, comunicándonos la misericordia infinita 
de Dios. La pobreza de Cristo es la mayor riqueza: la riqueza de Jesús 
es su confianza ilimitada en Dios Padre, es encomendarse a Él en todo 
momento, buscando siempre y solamente su voluntad y su gloria. Es rico 
como lo es un niño que se siente amado por sus padres y los ama, sin 
dudar ni un instante de su amor y su ternura. La riqueza de Jesús radica 
en el hecho de ser el Hijo, su relación única con el Padre es la 
prerrogativa soberana de este Mesías pobre. Cuando Jesús nos invita a 
tomar su "yugo llevadero", nos invita a enriquecernos con esta "rica 
pobreza" y "pobre riqueza" suyas, a compartir con Él su espíritu filial 
y fraterno, a convertirnos en hijos en el Hijo, hermanos en el Hermano 
Primogénito.

Se ha dicho que la única verdadera tristeza es no ser santos ; podríamos 
decir también que hay una única verdadera miseria: no vivir como hijos 
de Dios y hermanos de Cristo.

Nuestro testimonio

Podríamos pensar que este "camino" de la pobreza fue el de Jesús, 
mientras que nosotros, que venimos después de Él, podemos salvar el 
mundo con los medios humanos adecuados. No es así. En toda época y en 
todo lugar, Dios sigue salvando a los hombres y salvando el mundo 
mediante la pobreza de Cristo, el cual se hace pobre en los Sacramentos, 
en la Palabra y en su Iglesia, que es un pueblo de pobres. La riqueza de 
Dios no puede pasar a través de nuestra riqueza, sino siempre y 
solamente a través de nuestra pobreza, personal y comunitaria, animada 
por el Espíritu de Cristo.

A imitación de nuestro Maestro, los cristianos estamos llamados a mirar 
las miserias de los hermanos, a tocarlas, a hacernos cargo de ellas y a 
realizar obras concretas a fin de aliviarlas. La miseria no coincide con 
la pobreza; la miseria es la pobreza sin confianza, sin solidaridad, sin 
esperanza. Podemos distinguir tres tipos de miseria: la miseria 
material, la miseria moral y la miseria espiritual. La miseria material 
es la que habitualmente llamamos pobreza y toca a cuantos viven en una 
condición que no es digna de la persona humana: privados de sus derechos 
fundamentales y de los bienes de primera necesidad como la comida, el 
agua, las condiciones higiénicas, el trabajo, la posibilidad de 
desarrollo y de crecimiento cultural. Frente a esta miseria la Iglesia 
ofrece su servicio, su diakonia, para responder a las necesidades y 
curar estas heridas que desfiguran el rostro de la humanidad. En los 
pobres y en los últimos vemos el rostro de Cristo; amando y ayudando a 
los pobres amamos y servimos a Cristo. Nuestros esfuerzos se orientan 
asimismo a encontrar el modo de que cesen en el mundo las violaciones de 
la dignidad humana, las discriminaciones y los abusos, que, en tantos 
casos, son el origen de la miseria. Cuando el poder, el lujo y el dinero 
se convierten en ídolos, se anteponen a la exigencia de una distribución 
justa de las riquezas. Por tanto, es necesario que las conciencias se 
conviertan a la justicia, a la igualdad, a la sobriedad y al compartir.

No es menos preocupante la miseria moral, que consiste en convertirse en 
esclavos del vicio y del pecado. ¡Cuántas familias viven angustiadas 
porque alguno de sus miembros ---a menudo joven--- tiene dependencia del 
alcohol, las drogas, el juego o la pornografía! ¡Cuántas personas han 
perdido el sentido de la vida, están privadas de perspectivas para el 
futuro y han perdido la esperanza! Y cuántas personas se ven obligadas a 
vivir esta miseria por condiciones sociales injustas, por falta de un 
trabajo, lo cual les priva de la dignidad que da llevar el pan a casa, 
por falta de igualdad respecto de los derechos a la educación y la 
salud. En estos casos la miseria moral bien podría llamarse casi 
suicidio incipiente. Esta forma de miseria, que también es causa de 
ruina económica, siempre va unida a la miseria espiritual, que nos 
golpea cuando nos alejamos de Dios y rechazamos su amor. Si consideramos 
que no necesitamos a Dios, que en Cristo nos tiende la mano, porque 
pensamos que nos bastamos a nosotros mismos, nos encaminamos por un 
camino de fracaso. Dios es el único que verdaderamente salva y libera.

El Evangelio es el verdadero antídoto contra la miseria espiritual: en 
cada ambiente el cristiano está llamado a llevar el anuncio liberador de 
que existe el perdón del mal cometido, que Dios es más grande que 
nuestro pecado y nos ama gratuitamente, siempre, y que estamos hechos 
para la comunión y para la vida eterna. ¡El Señor nos invita a anunciar 
con gozo este mensaje de misericordia y de esperanza! Es hermoso 
experimentar la alegría de extender esta buena nueva, de compartir el 
tesoro que se nos ha confiado, para consolar los corazones afligidos y 
dar esperanza a tantos hermanos y hermanas sumidos en el vacío. Se trata 
de seguir e imitar a Jesús, que fue en busca de los pobres y los 
pecadores como el pastor con la oveja perdida, y lo hizo lleno de amor. 
Unidos a Él, podemos abrir con valentía nuevos caminos de evangelización 
y promoción humana.

Queridos hermanos y hermanas, que este tiempo de Cuaresma encuentre a 
toda la Iglesia dispuesta y solícita a la hora de testimoniar a cuantos 
viven en la miseria material, moral y espiritual el mensaje evangélico, 
que se resume en el anuncio del amor del Padre misericordioso, listo 
para abrazar en Cristo a cada persona. Podremos hacerlo en la medida en 
que nos conformemos a Cristo, que se hizo pobre y nos enriqueció con su 
pobreza. La Cuaresma es un tiempo adecuado para despojarse; y nos hará 
bien preguntarnos de qué podemos privarnos a fin de ayudar y enriquecer 
a otros con nuestra pobreza. No olvidemos que la verdadera pobreza 
duele: no sería válido un despojo sin esta dimensión penitencial. 
Desconfío de la limosna que no cuesta y no duele.

Que el Espíritu Santo, gracias al cual"[somos] como pobres, pero que 
enriquecen a muchos; como necesitados, pero poseyéndolo todo" sostenga 
nuestros propósitos y fortalezca en nosotros la atención y la 
responsabilidad ante la miseria humana, para que seamos misericordiosos 
y agentes de misericordia. Con este deseo, aseguro mi oración por todos 
los creyentes. Que cada comunidad eclesial recorra provechosamente el 
camino cuaresmal. Os pido que recéis por mí. Que el Señor os bendiga y 
la Virgen os guarde".

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