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<p><img class="mfp-img"
src="cid:part1.CF1511C8.3BDAC008@schoenstatt.org"
style="max-height: 726px;"></p>
<p><font face="Roboto Condensed">Feliz Navidad, en estos días
navideños, a todos y a cada uno de ustedes, mis amigos,
colaboradores, usuarios de schoenstatt.org:</font></p>
<p><font face="Roboto Condensed"><br>
</font></p>
<p><font face="Roboto Condensed">Navidad es un momento de encuentro,
con Dios hecho hombre, hecho niño, con este Dios Amor, con
este Dios que ES Alianza Solidaria y que nos hace aliados
solidarios, superando distancias, barreras de cultura, de
idioma, de desconocimiento, que desde su pesebre y en la
humildad de Belén crea vinculos solidarias... relatando, cada
vez de nuevo, la gran historia real de la vida que llamamos la
historia de salvación.</font></p>
<p><font face="Roboto Condensed">Desde el equipo de
schoenstatt.org nos sentimos felices de poder participar en esta
misión, y por eso en esta Navidad 2016</font><font
face="Roboto Condensed"> llevamos al Niño en el pesebre a
todos que compartieron una o mas historias de la vida real en
nuestra pagina, a todos los que durante este año peregrinaron
al Santuario "digital" que es schoenstatt.org y que nos
regalaron un comentario; a todos que encontraron en algo que
publicarmos una inspiración para su vida misionera</font><font
face="Roboto Condensed">, a todos nuestros proyectos
solidarios - las 100 casas (o casi 200), los proyectos que
sentimos tanto nuestro como la pastoral carcelaria y la Casa
Madre de Tuparenda, la Casa del Niño en Ballester, las Misiones
Familiares y Universitarias, las Peregrinas Fundacionales,
especialmente las en Irak y en Siria; la difusión de la
Alianza Solidaria con Francisco; las "cartas a la Mater en el
Santuario Original", el Taller de Comunicación Kentenijiana
...</font><font face="Roboto Condensed"> Llevamos al Niño en
el pesebre todo nuestro amor por el Santo Padre, y todo
nuestro compromiso con "todo Schoenstatt", como y para
schoenstattianos en red.</font> </p>
<font face="Roboto Condensed">Quiero agradecer en este mail que se
dirige a todos pero realmente tambien a cada uno de ustedes, por
cada encuentro, cada invitación a compartir la mesa y la vida,
cada dialogo, cada aporte a la pagina, cada comentario, cada
oración, cada visita a nuestra schoenstatt.org, porque la
hacemos para ustedes, para la familia internacional, en alianza
solidaria.<br>
<br>
A muchos de ustedes tuve la alegría de conocer personalmente
este año, o a ver de nuevo, y a muchos espero volver a ver en
2017 en Schoenstatt, en Roma o en el viaje a Argentina y
Paraguay en marzo/abril (y quien sabe ---). A todos y cada uno,
tambien en nombre de nuestro equipo de colaboradores, un sincero
agradecimiento, y a la vez una invitacion a compartir más, a
aportar mas, a comentar mas - pues schoenstatt.org es todos y
vive del amor y de las historias reales de todos.<br>
<br>
</font>
<p>En Alianza Solidaria,</p>
<p>Maria<br>
</p>
<p><img class="cboxPhoto"
src="cid:part2.B1BDEB6F.531573F0@schoenstatt.org"
style="cursor: pointer; width: 800px; height: 533px; float:
none;"></p>
<p><b><a moz-do-not-send="true" class="moz-txt-link-freetext"
href="http://www.schoenstatt.org/es/reflexiones/2016/12/no-temais-lc-2-10/"><br>
</a></b></p>
<p><b><a moz-do-not-send="true" class="moz-txt-link-freetext"
href="http://www.schoenstatt.org/es/reflexiones/2016/12/no-temais-lc-2-10/">http://www.schoenstatt.org/es/reflexiones/2016/12/no-temais-lc-2-10/</a></b></p>
<br>
<p><b><br>
</b></p>
<p>TEXTO COMPLETO DE LA HOMILIA DE PAPA FRANCISCO EN LA MISA DE
NOCHE BUENA</p>
<p>«Ha aparecido la gracia de Dios, que trae la salvación para
todos los hombres» (Tt 2,11). Las palabras del apóstol Pablo
manifiestan el misterio de esta noche santa: ha aparecido la
gracia de Dios, su regalo gratuito; en el Niño que se nos ha
dado se hace concreto el amor de Dios para con nosotros.</p>
<p>Es una noche de gloria, esa gloria proclamada por los ángeles
en Belén y también por nosotros hoy en todo el mundo. Es una
noche de alegría, porque desde hoy y para siempre Dios, el
Eterno, el Infinito, es Dios con nosotros: no está lejos, no
debemos buscarlo en las órbitas celestes o en una idea mística;
es cercano, se ha hecho hombre y no se cansará jamás de nuestra
humanidad, que ha hecho suya. Es una noche de luz: esa luz que,
según la profecía de Isaías (cf. 9,1), iluminará a quien camina
en tierras de tiniebla, ha aparecido y ha envuelto a los
pastores de Belén (cf. Lc 2,9).</p>
<p>Los pastores descubren sencillamente que «un niño nos ha
nacido» (Is 9,5) y comprenden que toda esta gloria, toda esta
alegría, toda esta luz se concentra en un único punto, en ese
signo que el ángel les ha indicado: «Encontraréis un niño
envuelto en pañales y acostado en un pesebre» (Lc 2,12). Este es
el signo de siempre para encontrar a Jesús. No sólo entonces,
sino también hoy. Si queremos celebrar la verdadera Navidad,
contemplemos este signo: la sencillez frágil de un niño recién
nacido, la dulzura al verlo recostado, la ternura de los pañales
que lo cubren. Allí está Dios.</p>
<p>Con este signo, el Evangelio nos revela una paradoja: habla del
emperador, del gobernador, de los grandes de aquel tiempo, pero
Dios no se hace presente allí; no aparece en la sala noble de un
palacio real, sino en la pobreza de un establo; no en los fastos
de la apariencia, sino en la sencillez de la vida; no en el
poder, sino en una pequeñez que sorprende. Y para encontrarlo
hay que ir allí, donde él está: es necesario reclinarse,
abajarse, hacerse pequeño. El Niño que nace nos interpela: nos
llama a dejar los engaños de lo efímero para ir a lo esencial, a
renunciar a nuestras pretensiones insaciables, a abandonar las
insatisfacciones permanentes y la tristeza ante cualquier cosa
que siempre nos faltará. Nos hará bien dejar estas cosas para
encontrar de nuevo en la sencillez del Niño Dios la paz, la
alegría, el sentido de la vida.</p>
<p>Dejémonos interpelar por el Niño en el pesebre, pero dejémonos
interpelar también por los niños que, hoy, no están recostados
en una cuna ni acariciados por el afecto de una madre ni de un
padre, sino que yacen en los escuálidos «pesebres donde se
devora su dignidad»: en el refugio subterráneo para escapar de
los bombardeos, sobre las aceras de una gran ciudad, en el fondo
de una barcaza repleta de emigrantes. Dejémonos interpelar por
los niños a los que no se les deja nacer, por los que lloran
porque nadie les sacia su hambre, por los que no tienen en sus
manos juguetes, sino armas.</p>
<p>El misterio de la Navidad, que es luz y alegría, interpela y
golpea, porque es al mismo tiempo un misterio de esperanza y de
tristeza. Lleva consigo un sabor de tristeza, porque el amor no
ha sido acogido, la vida es descartada. Así sucedió a José y a
María, que encontraron las puertas cerradas y pusieron a Jesús
en un pesebre, «porque no tenían [para ellos] sitio en la
posada» (v. 7): Jesús nace rechazado por algunos y en la
indiferencia de la mayoría. También hoy puede darse la misma
indiferencia, cuando Navidad es una fiesta donde los
protagonistas somos nosotros en vez de él; cuando las luces del
comercio arrinconan en la sombra la luz de Dios; cuando nos
afanamos por los regalos y permanecemos insensibles ante quien
está marginado.</p>
<p>Pero la Navidad tiene sobre todo un sabor de esperanza porque,
a pesar de nuestras tinieblas, la luz de Dios resplandece. Su
luz suave no da miedo; Dios, enamorado de nosotros, nos atrae
con su ternura, naciendo pobre y frágil en medio de nosotros,
como uno más. Nace en Belén, que significa «casa del pan».
Parece que nos quiere decir que nace como pan para nosotros;
viene a la vida para darnos su vida; viene a nuestro mundo para
traernos su amor. No viene a devorar y a mandar, sino a nutrir y
servir. De este modo hay una línea directa que une el pesebre y
la cruz, donde Jesús será pan partido: es la línea directa del
amor que se da y nos salva, que da luz a nuestra vida, paz a
nuestros corazones.</p>
<p>Lo entendieron, en esa noche, los pastores, que estaban entre
los marginados de entonces. Pero ninguno está marginado a los
ojos de Dios y fueron justamente ellos los invitados a la
Navidad. Quien estaba seguro de sí mismo, autosuficiente se
quedó en casa entre sus cosas; los pastores en cambio «fueron
corriendo de prisa» (cf. Lc 2,16). También nosotros dejémonos
interpelar y convocar en esta noche por Jesús, vayamos a él con
confianza, desde aquello en lo que nos sentimos marginados,
desde nuestros límites. Dejémonos tocar por la ternura que
salva. Acerquémonos a Dios que se hace cercano, detengámonos a
mirar el belén, imaginemos el nacimiento de Jesús: la luz y la
paz, la pobreza absoluta y el rechazo. Entremos en la verdadera
Navidad con los pastores, llevemos a Jesús lo que somos,
nuestras marginaciones, nuestras heridas no curadas. Así, en
Jesús, saborearemos el verdadero espíritu de Navidad: la belleza
de ser amados por Dios. Con María y José quedémonos ante el
pesebre, ante Jesús que nace como pan para mi vida. Contemplando
su amor humilde e infinito, digámosle gracias: gracias, porque
has hecho todo esto por mí. <br>
</p>
<br>
</div>
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