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<i>Queridos Padres de Schoenstatt y sacedotes diocesanos que
colaboran con schoenstatt.org</i><br>
<br>
bendiciones en este su día tan especial, y gracias por hacernos y
hacer nuestros lectores "salir" de la lectura de sus mails y de sus
aportes a la pagina, de recibir sus bendiciones y sus oraciones, sus
consejos y cercanía, "con cara de haber recibido una buena noticia"
(Francisco). Tantas veces les pedimos de rezar por nosotros y por
que sea, de bendecirnos y de bendecir a nuestros articulos,
lectores, nuestra pagina, proyectos y nuestra gente ... hoy rezamos
por ustedes en gratitud, y por todos los sacerdotes - especialmente
al P. Francisco Pistilli y al P. Javier Arteaga como dueños del
dominio y respaldo legal, y al P. José María, P. Egon, P. Guillermo
Mario, P. Antonio, P. Claudio, P. Josef Barmettler, P. David como
miembros de la dirección o del equipo permamente - que forman parte
de esta red solidaria de schoenstatt.org, en alianza solidaria.<br>
Con cariño y gratitud,<br>
maria fischer<br>
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<p> <b>Al buen sacerdote se lo reconoce por cómo anda ungido su
pueblo; esta es una prueba clara. Cuando la gente nuestra anda
ungida con óleo de alegría se le nota: por ejemplo, cuando sale
de la misa con cara de haber recibido una buena noticia.</b>
Nuestra gente agradece el evangelio predicado con unción, agradece
cuando el evangelio que predicamos llega a su vida cotidiana,
cuando baja como el óleo de Aarón hasta los bordes de la realidad,
cuando ilumina las situaciones límites, «las periferias» donde el
pueblo fiel está más expuesto a la invasión de los que quieren
saquear su fe. Nos lo agradece porque siente que hemos rezado con
las cosas de su vida cotidiana, con sus penas y alegrías, con sus
angustias y sus esperanzas. Y cuando siente que el perfume del
Ungido, de Cristo, llega a través nuestro, se anima a confiarnos
todo lo que quieren que le llegue al Señor: «Rece por mí, padre,
que tengo este problema...». «Bendígame, padre», y «rece por mí»
son la señal de que la unción llegó a la orla del manto, porque
vuelve convertida en súplica, súplica del Pueblo de Dios. Cuando
estamos en esta relación con Dios y con su Pueblo, y la gracia
pasa a través de nosotros, somos sacerdotes, mediadores entre Dios
y los hombres. Lo que quiero señalar es que siempre tenemos que
reavivar la gracia e intuir en toda petición, a veces inoportunas,
a veces puramente materiales, incluso banales – pero lo son sólo
en apariencia – el deseo de nuestra gente de ser ungidos con el
óleo perfumado, porque sabe que lo tenemos. Intuir y sentir como
sintió el Señor la angustia esperanzada de la hemorroisa cuando
tocó el borde de su manto. Ese momento de Jesús, metido en medio
de la gente que lo rodeaba por todos lados, encarna toda la
belleza de Aarón revestido sacerdotalmente y con el óleo que
desciende sobre sus vestidos. Es una belleza oculta que
resplandece sólo para los ojos llenos de fe de la mujer que
padecía derrames de sangre. Los mismos discípulos –futuros
sacerdotes– todavía no son capaces de ver, no comprenden: en la
«periferia existencial» sólo ven la superficialidad de la multitud
que aprieta por todos lados hasta sofocarlo (cf. <i>Lc</i> 8,42).
El Señor en cambio siente la fuerza de la unción divina en los
bordes de su manto.</p>
<p> Así hay que salir a experimentar nuestra unción, su poder y su
eficacia redentora: en las «periferias» donde hay sufrimiento, hay
sangre derramada, ceguera que desea ver, donde hay cautivos de
tantos malos patrones. No es precisamente en autoexperiencias ni
en introspecciones reiteradas que vamos a encontrar al Señor: los
cursos de autoayuda en la vida pueden ser útiles, pero vivir
nuestra vida sacerdotal pasando de un curso a otro, de método en
método, lleva a hacernos pelagianos, a minimizar el poder de la
gracia que se activa y crece en la medida en que salimos con fe a
darnos y a dar el Evangelio a los demás; a dar la poca unción que
tengamos a los que no tienen nada de nada.</p>
<i>Francisco en la Misa Crismal, 2013</i><br>
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<a class="moz-txt-link-abbreviated" href="mailto:mkf@schoenstatt.org">mkf@schoenstatt.org</a>
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